(un texto de hace 10 años, sin reeditar, posteado el 30 de mayo de 2012 en https://ferozal.blogspot.com/2012/05/)
#YoSoy132
A 10 años de distancia de este escrito, veo lo mucho que me emocionaba la comunicación y el poder de las redes sociales para gestar y organizar cambios culturales. Hoy, 10 años más grande, veo que era una postura muy ingenua la mía y realmente no tenía ni idea de lo que vendría después. Pero hoy sigo defendiendo mi derecho a tener esperanza, si bien ya no en los procesos políticos (en eso ya he perdido prácticamente todo el interés) al menos persisto en tener esperanza en mí misma.

Dicen que la forma en que accedemos hoy en día a la información cambia la manera en que funciona el cerebro, dicen. Que exista tanta información disponible, que todo (o casi todo) esté a un click de distancia, que las distancias físicas se hayan vuelto meramente un accidente… evidentemente, es un entorno muy diferente del de hace 20 años.
De hecho, yo ya me estoy desacostumbrando a escribir textos medianos como el que pienso escribir ahora, y espero que esa falta de costumbre no haya creado (demasiado) estrago en mis sinapsis.
El punto aquí es que esto que está pasando en el país actualmente no es una casualidad, no es producto de una moda pasajera, así como tampoco es algo que no haya sucedido antes. Como muchos han mencionado antes que yo, el fenómeno de la democratización de los medios de comunicación, propio de esta época del conocimiento como capital, ha dado paso a una cohesión que antes era poco viable. Siempre existió disensión, siempre hubo protesta, pero nunca se había dado en el marco que hoy permiten las redes sociales, foros que tanto pueden orientarse al ocio, como al activismo y a la generación de movimientos como el de la marcha Yo soy 132.
Esta marcha no expresa, tampoco, nada que no se haya escuchado antes: es el discurso universitario en contra de una vuelta a un status quo, a una imposición por parte de una autoridad que el ciudadano pensante se niega a respetar. Es el regreso a una oligarquía muy robusta que ha mantenido a un país en la oscuridad durante gran parte del siglo XX, y que amenaza con retomar sus privilegios en poco menos de un mes, mediante los instrumentos que por más de 70 años reforzó hasta llegar a dominarlos con destreza: la corrupción, el fraude, la coerción, el tráfico de influencias, el soborno, las amenazas, violaciones a los derechos humanos (dentro de un marco legal, claro, Atenco) y tantos más que no alcanzaría a enumerar.
Este triunfal regreso estaría patrocinado por el cuarto poder: los medios, que en este caso no contaban con la existencia de una nueva variable que influiría en el proceso “democrático”: las redes sociales. Y así fue como un incidente aislado, trivial si se quiere: la visita de un candidato presidencial a una de las universidades más prestigiosas del país, y la reacción de repudio por parte del estudiantado, se convirtió en el gatillo de un movimiento que venía gestándose desde hace mucho tiempo, y que sólo necesitó una coyuntura como esa para ver la luz.
Los medios intentaron minimizarlo, y con ello lo único que lograron es que tomara más fuerza. Y así, se fueron uniendo no sólo universitarios de todo el país, sino toda la ciudadanía que adhiriera con su causa: negarse a la imposición de un candidato por parte del aparato dictatorial llamado Medios de comunicación parciales, resistirse a tolerar la decadente corrupción en todas las instituciones de la nación, formar un frente en pro del acceso a la información para quienes no la tienen tan fácilmente, y finalmente, generar propuestas para vigilar el proceso electoral próximo, evento que genera mucha ansiedad en todos los estratos de la población, a diferencia de otros años, en los que todo estaba cubierto por una gris apatía.
Por eso, el 23 de mayo, por primera vez en mis 30 años, decidí salir a la calle y unirme a la masa de gente que circulaba por el Paseo de la reforma, mostrando carteles, mantas y entonando cantitos que me recordaban a los que oía en los acostumbrados cacerolazos argentinos. Todos caminando tranquilos, sin disturbios, a exponer una verdad que más que nada es un secreto a voces: México ya despertó, ya no se lo pueden hacer pendejo con tanta impunidad. Ya fue mucho. Lo que está pasando en el resto del mundo ya no puede ocultarse, y hoy en día la verdad, literalmente, está ahí afuera, sin nadie que la filtre.
Aguas, que esto va a ponerse interesante. Cada uno a hacerse cargo de lo que le toca, a informarse, a responsabilizarse de sus actos. Parece que los mayas tan errados no estaban con este asunto de la toma de conciencia, y que el fin del mundo como lo concebíamos, este 2012 apocalíptico, ya está llegando.