Me vino a la mente este tema al observar, casual, un vínculo que me es ajeno. No suben nada en redes. Tienen “vidas sociales” aparentemente independientes. De pronto me caché asumiendo que “tan serio no ha de ser lo suyo”. ¿Eso qué? me dije. ¡Eso qué!
En términos prácticos: la profundidad y madurez de un vínculo poco tienen que ver con su exhibición y mucho con la posible vulneración que implica el “gritarlo a los 4 vientos” en las redes. Pero en estos tiempos creemos que si no hay post en IG de una pareja en una pose y lugar idílicos, no son pareja. No existen. Nada, null, NICHTS.
Y es que no sólo es algo de estos tiempos, el exhibir la “realidad” y el supuesto carácter de permanencia de nuestros vínculos como prueba de verdad viene desde tiempos inmemoriales. O sea, el matrimonio. Qué es ese ritual sino una ceremonia pomposa ante la familia, amigos, sociedad en general, leyes humanas y sagradas, es más, ante un supuesto Dios, para juntarlos a todos y decirles “oigan, como que esto va en serio, vamos a alcoholizarnos hasta perder el sentido”.
La verdad, yo siempre he pensado que todos esos rituales complicados como las bodas son como una forma de conjurar algo que por naturaleza es incontrolable y no sabemos si podrá ser “para siempre”. Es decir, es una paradoja, se celebra la eternidad cuando ni siquiera sabemos si vamos a estar allí mañana, como dijo el sabio griego Luis Enrique.
Ya más en serio, esto de probar la veracidad de una relación habla más de nuestros miedos e inseguridades, de esos traumas históricos que llevamos en la piel, grabados con sangre, que de una necesidad real de validación externa del vínculo en sí. A cuántos (¿A CUÁNTAS?) no nos ha pasado que ya tuvimos la situación del ex que no sólo no “nos presumía” en redes, sino que explícitamente nos pedía que no subiéramos nada a facebook porque “la seguridad, no sabes, está cabrón” cuando en realidad no querían que se les caiga el teatrito y luego boooom “oye qué crees, es que tuve un hijo con mi ex”.
Total que está de la ABSOLUTA CHINGADA que sigamos construyendo vínculos basados en el miedo. En el miedo a que nos engañen. En el miedo a que no seamos las/los/lxs únicxs. Esto desde una perspectiva asumida monógama. ¿Por qué asumimos tantas cosas en las relaciones? la monogamia como una de ellas, pero también es una apuesta muy ambiciosa pensar que el vínculo es de ley si y sólo si recibe aprobación de terceros. Y además, se ve instagrameable. OLOVORGO.
¿Se imaginan un mundo donde las relaciones puedan germinar en un entorno más tranquilo, con menos exposición, gestionado únicamente por las personas que lo conforman? que estas personas se permitan irse conociendo poco a poco, reconocerse, encontrarse, darse espacios donde surja el diálogo. Expresar sus deseos, lo que esperan del vínculo y como quisieran que se vaya manejando. Las expectativas individuales y conjuntas, pero sin la mirada de esos otros que esperan que se vean/actúen/comprometan de cierta forma. Disfrutar los espacios, los momentos, las pausas, los reencuentros, las ondulaciones. Y, sobre todo, que sigan existiendo como individualidades, que si bien se ven transformadas por el vínculo, que no se conviertan inmediatamente en persona + su(s) vínculo(s). Que sigan siendo sólo una persona. ¿Se imaginan algo así?
Creo que el miedo a la soledad, a la diferencia, al abandono, todo ese peso que llevamos en la mochila, podría aligerarse. Mucho de ese peso generacional, el paquete de ideas que se nos entregó de cómo deben ser las relaciones, lo bueno, lo malo, blanco, negro, fin. Y otra buena parte que está formada por nuestras propias experiencias, que reforzaron o desacreditaron los mensajes sociales que llevábamos en la mochila. ¿Qué pasaría si hacemos un análisis de lo que sí nos sirve para el viaje y desechamos todo eso que no nos está aportando nada? quizás sí se puede viajar más ligero y reescribir las reglas, al menos desde nuestra pequeña historia personal. Es cosa de intentarlo.