










El año era 1998, era el 14 de febrero. Yo iba a cumplir 17 años en unos meses, y me fascinaba la fotografía digital: tomar muchas fotos y no tener que ir a una casa de revelado para ver el resultado? fascinante. Todo era tan mágico como llegar a la casa, prender la compu y conectar la cámara.
Era una Olympus que mi papá tenía en el trabajo, para fotos de producto, supongo, y algunos fines de semana la traía para que yo jugara.
Luego de bajar las fotos las organizaba en álbumes, por fecha, con nombres súper random, algo muy mío desde esa época. Este pequeño álbum se llamaba Serás el aire (febrero 1998) porque esa canción sonaba en el radio cuando lo creé, clásico.
También les ponía nombres así de casuales a mis dibujos en paint porque, sí, también dibujaba en paint. Podía pasar HORAS haciendo sirenas o princesas, en otro post lo compartiré.
Ahora que lo pienso, bien pude haberme inclinado por el diseño gráfico porque aparentemente también era mi pasión. Pero no.
Y el nombre de la fotora, me lo puso mi tía abuela Dora, la más querida, ella fue siempre como una abuela más para mí, el pariente que más nos vino a visitar en todos y cada uno de los lugares recónditos a donde mi familia fue a parar, desde Bariloche hasta México. Ella me dijo “la fotógrafa-la fotora” una tarde y me dio mucha risa el apodo. Ahora lo veo con inmenso cariño.
Y estas fotos tan mal tomadas, de tan poca resolución, son ahora para mí muestras del inicio de un proceso, el de autoconocerme. No tenía idea de quién era, las fotos a veces me daban indicios, pero el resto tenía que construirlo por mi cuenta. Y ha sido un proceso divertidísimo.