
Bien dicen que las palabras tienen el poder de crear y de destruir universos. El lenguaje humano parece tener significados que se van revelando poco a poco, como una fotografía en un cuarto oscuro.
Todo depende del contexto, dicen.
Tómalo de quien viene, dicen.
Dicen muchísimas cosas, y no siempre son verdad.
Pero, ¿y si lo fuera?
El sábado por la mañana me dijeron:
“no le eres indiferente”
yo lo tomé como una buena señal
las palabras fueron asentándose en mi mente
y con el pasar de las horas
en la noche aún estaba contenta con eso.
Me amaneció el domingo y con él, otra conciencia
conciencia de domingo, amarilla, casi estridente
de qué carajo me sirve no serle indiferente
me sentí profundamente ofendida
mejor miéntenme la madre, pensé.
De pronto, esas palabras ya no sonaban tan bien en mi mente.
No serle indiferente es casi como no darle asco,
para eso prefiero serle indiferente.
No quiero salvarme de su tibia y gris indolencia,
prefiero incluso no ser vista
si no es para tener su absoluta devoción:
primero una curiosidad infinita
con un poco de ansiedad, de impaciencia
y después mucha sorpresa, apasionada admiración
deseo inacabable y paz infinita por tenerme a su lado.
Si no es eso, entonces no quiero NADA.