If I’m butter, if I’m butter, if I’m butter then she’s a hot knife
(She makes my heart a cinemascope screen
showing the dancing bird of paradise)

El otro día me estaba acordando de una fiesta en una cabaña en algún lugar retirado del inmenso estado de México. Seguro fue hace 10 años, o hasta 12. Cuando acostumbrábamos ir a fiestas en cabañas.
Me acordé por un like, clásico. Puse algo en Instagram sobre el pride month, y una morra con la que casi no interactúo me dio like. Esa vez de la cabaña estábamos celebrando el cumpleaños de un amigo en común, éramos un heterogéneo grupo de máximo 10 y a la noche después de pasar todo el dia cheleando en la alberca, pues nos pusimos a beber. Yo era muy amiga de la novia del cumpleañero (ahora ya no lo soy más porque pasó el tiempo, nos dejamos de frecuentar, ella puso cosas taurinas en sus redes y la tuve que eliminar) y del cumpleañero también, teníamos una afinidad extraña que hoy sé era hiper tóxica. Total, que yo les había contado de mis fiesta de danza y obvio se habían prendido con la fantasía (ver post de mi primer beso lencho).
Entonces estábamos jugando algo que implicaba verdades o retos. Ya habíamos jugado esa madre de actuar una película, éramos malísimos, y ahora directamente pasamos a los retos. Algo perdí que mi reto era besar a una persona a mi lado, y yo estaba entre dos personas. La morra que me dio el like, y un vato colombiano aburridísimo llamado Danilo que pues era diseñador gráfico, no era feo y lo que sea, pero tenía el carisma de un cactus.
O sea yo tenía que besar a Katia o a Danilo. ¿Qué hice?
Pues la verdad sí hubiera besado a Katia porque era una morra divertida, interesante, no era toda ñoña como las otras amigas de mi amiga la ahora taurina. Pero mi instinto me dijo “no, por qué vas a ser la diversión de los vatos? mejor no les des gusto y besa al insulso”.
Y pues eso hice, besé al insulso. Ni siquiera fue beso, fue un piquito para salir del paso. Yo en esas épocas era muy experta en esos menesteres.
Total que luego me dijeron “ayyy hubieras besado a Katia” y yo así de “pues no es para darles gusto, CABRONES”.
Y sí, eso me dejó pensando: el amor y el erotismo entre morras, aunque no sea amor, no es para satisfacer a la mirada masculina, cuesta tanto despegarse de eso, incluso cuando la mirada masculina está tan inyectada en nuestro propio subconsciente. Creo que es casi imposible librarse del todo de ella y uno la termina incorporando como suya. Aunque sí toca limpiarse de lo que una no necesita.
Por eso ahora, a 10 años (o 12) de esos eventos me doy cuenta de que mi instinto tuvo la razón: si bien mi inclinación natural era besar a Katia, tuve la sabiduría de salir del paso con Danilo para NO DARLES GUSTO. Ahora lo veo y me siento orgullosa, en ese momento lo sentí torpe (“ash, hubiera aprovechado”)… ¿aprovechar qué? las morras no estamos para darles show, para aprovechar “oportunidades”, podemos besarnos y amarnos lejos de los reflectores, de la mirada masculina, y también frente a ella pero ignorándola por completo. Desarrollar una mirada femenina sobre nosotras mismas es un trabajo que toma tiempo y paciencia, desprenderse de muchas posturas que creíamos propias, deconstruirse, pues.
Reinventar lo femenino y el erotismo, reconociendo también que tenemos asimilado mucho de lo masculino, de esa fantasía voyeurista que nos educó, es un camino divertido y de mucha autoexploración. Vale la pena.