
Bueno, pues la anécdota que les compartiré en esta ocasión data del lejano año 2014, quién lo diría, ya pasó toda una década y el estilo de los lentes oscuros que portamos en la imagen lo delata por completo. Lentes de los dosmildieces, pues.
Yo era una ilusa treintañera heterosecsual, que llevaba casi 4 años con un “novio”, y lo pongo entre comillas, porque esta persona mostraba el nivel de compromiso y responsabilidad afectiva de una piedra caliza. Pero yo, dado que nos veíamos diario en el trabajo y eventualmente él se quedaba conmigo algunos fines o yo con él entre semana, daba por sentado que así de inestable y poco comprometida debía ser una relación a mediano plazo. Cómo saber, no tenía otra referencia, porque hasta el momento era la relación más larga que había tenido. Y sigue siéndolo.
En cuanto a mis amistades, en esa década se casaron varias de mis amigas, incluso las que eran casi 10 años menores que yo (de menos de 25, casi recién salidas de la universidad), y una de ellas hizo su despedida de soltera en Playa del Carmen. Al estilo gringo, con tutús y diademas, playeritas onda “Fulanita’s getting married, I’m getting drunk”, todo muy white trash pero era divertido y además fue en una era pre Instagram en la que no todo tenía que verse etéreo y AESTHETIC.

Yo no lo veía como un “mandato”, onda “todas mis amigas se están casando, yo debería”, al contrario, era como ah qué padre por ellas, más fiestas de despedida de soltera y más bodas, pero nunca lo vi como una presión social realmente. A mí lo que me interesaba era construir una relación estable de pareja, antes de pensar en bodas, y pues eso evidentemente no se estaba logrando.
El viaje de bachelorette era organizado por la novia; las 10 morras nos quedamos en el mismo hotel boutique y para el vuelo de regreso, dado que Interjet nos había cambiado el vuelo esa misma semana, poniéndonos en un bastante incómodo horario de regreso de cancún a cdmx a la 1 o 2am (algo así), las 3 que vivíamos en Toluca habíamos acordado regresarnos juntas. Yo había hablado con mi novio y se había ofrecido ir a recogernos al aeropuerto y llevarnos a Toluca, pues él vivía en CDMX y nosotras llegaríamos ahí a las 2 o 3 de la mañana.
Vivimos un bello fin de semana de fiesta, aunque no tan intensa la verdad, no recuerdo que nadie se haya puesto hasta el pito, la novia estuvo sobria en todo momento, a lo mucho, happy, y realmente estaba pendiente de todas nosotras. De las demás, no hubo desfiguros, ligues playeros, ni siquiera strippers, nada! la verdad todas muy vainilla, y no me quejo, la pasé muy bien. Para el regreso, en domingo, se suponía que pasarían por mí y mis dos amigas.
Eso nunca pasó.
El estúpido de mi ex no contestaba el teléfono, llegando al aeropuerto le avisé, como habíamos quedado, y nada.
Pasado cierto tiempo pues decidimos lo lógico: esperar a que empiecen las corridas de los caminantes, a las 5am, y regresarnos en autobús. Mientras amanecía, yo iba llorando de coraje y vergüenza. Cuando llegué a mi casa el imbécil vio mis llamadas perdidas y me dijo que como había sido el superbowl, se quedó dormido y no vio mis llamadas.
Debí haberlo mandado a la verga en esa misma ocasión, pero me estuvo llamando por teléfono toda esa mañana, pidiendo perdón, rogando y todo lo demás. Lamentablemente no lo mandé a volar, seguimos andando por un tiempo más durante ese año y también después, pero eso ya es otra historia.
A la distancia es fácil decir I should have known better, pero en ese momento, si lo sabía, pues evidentemente no quería admitirlo. En el fondo, siempre sabemos cuando algo no va bien, pero le neceamos.