Es hora de que aceptemos unas cuantas verdades incómodas:
- No todos nuestros gustos tienen que permanecer en el tiempo, algunos cambian, y eso es bueno y está bien.
- A cierta edad, prefieres una gran plática a una gran peda, pues estar sobrio y descansado al día siguiente es algo que aprendiste a valorar con el tiempo.
- La friendzone no existe, son los papás.

Abundaré en el último punto, la friendzone, esa palabrita de la cultura pop del siglo XXI que cada tanto me topo por ahí y me toca (bah, elijo) rebatir. Ahora quise hacerlo desde un punto de vista GENDERLESS. A ver cómo me sale.
A mis 41, puedo decir que, de las personas que me han gustado (que no han sido pocas), no a todas yo les gusté. O al menos, no que yo sepa. De esas a las que no les gusté, con algunas, no obstante, sí se desarrolló una relación dentro del ámbito de la amistad, misma que se fue alimentando en el tiempo o que en algunas ocasiones, ya existía. Con otras no pasó nada, simplemente dejamos de coincidir. Otras tantas personas dejaron de gustarme, otras me siguieron gustando por cierto tiempo a pesar de no ser correspondida. Ahora que trato de pensarlo, es todo muy sinuoso y borroso en mi recuerdo, porque lo que sentía (o creía sentir) por cada una de las personas era diferente en cierto modo, y fue variando con el tiempo. También influyó la calidad de las interacciones que se dieron en cierto lapso de tiempo, las conversaciones (si las hubo), etc.
Lo que quiero decir es que, todo lo que ocurre desde el momento en que uno decide que alguien le gusta, hasta que se logre concretar, o no, una correspondencia, no puede definirse de forma así de tajante como se pretende con “la friendzone”.
Sobra destacar que la amistad, como relación de confianza entre dos personas, no merece que la cataloguemos como una zona intermedia, un limbo indeseable al que uno es enviado como castigo, casi como el sobrante de producción que tiene que ser eliminado, únicamente porque al parecer, un todopoderoso “objeto de los afectos” decidió desde su trono implacable que no nos va a corresponder en materia, tiempo y forma con lo que nosotros le demandamos. ¿Qué le demandamos? puede ser atención, sexo, compromiso, un besito o dos, un par de fajes ocasionales, un matrimonio de toda una vida o un noviazgo de 6 meses. Pero el punto es que hubo algo que exigimos (porque creíamos merecer) y en nuestra percepción se nos dijo: “no”.
¿Sí notan lo infantil que suena decir “me mandaron a la friendzone”? en lugar de decir, no sé, no le gusté, no nos pusimos de acuerdo, estábamos en momentos muy distintos, pero igual logramos entablar, empezar o seguir alimentando, una relación de amistad o al menos de cordialidad, compañerismo en ciertos casos. O simplemente, “no se dió”. Punto.
Mi petición: si tenemos más de 20, ya va siendo hora de dejar de usar términos de adolescente inseguro, como “la friendzone”. Las situaciones suelen ser un poquitito más complejas que eso.
Por su atención, gracias.