Por lo general, pensamos las red flags como señales de peligro EN EL OTRO, pero en realidad, éstas no hablan del otro, en absoluto. Son señales/conductas/características que en sí no son ni buenas ni malas, pero al aparecer y combinarse con conductas y patrones propios, conscientes e inconscientes, pueden llevarnos a eso que conocemos como “situaciones de riesgo”. Riesgo emocional, principalmente.
La situación es muy simple. Te da follow un vato en IG, te empieza a likear cosas, te empieza a sacar plática al día siguiente.
Le sigues la plática porque ya lo seguías desde antes y, mediáticamente al menos, sabes quién es. O sea, existe y al parecer no es un delincuente sexual anónimo. O quién sabe.
Total, que la plática va avanzando y mientras te preguntas “qué quiere”, en el fondo ya sabes qué es. Cuando menciona 3 veces la palabra “coger”, confirmas tus sospechas, pero sigues platicando, porque el individuo no te disgusta y su energía es vibrante, intensa, directa.
Primer “supuesta” red flag: “el que te avanza directo es porque está muuuuy seguro de sí mismo”. Y eso puede ser tanto bueno como malo. Es decir, es neutro.
¿Por qué para mí es una red flag? porque, como la seguridad me parece muy atractiva, me dejo llevar por la energía hipnotizante de la persona que va al frente, que me pone atención (aunque sea una llamarada) y a veces termino yendo a lugares a los que definitivamente no quiero ir.
Voy poniendo tachuelas en la situación y tratando de llevar la conversación hacia otros lados, más hacia la mente, las fantasías, las experiencias de vida. Vuelve a llegar al mismo lado y ahora es la fantasía, sí, la fantasía erótica. Todo bien, pero nuevamente estoy en un lugar donde no quisiera estar TAN RÁPIDO.
¿Acaso hay otra forma de sextear? las y los versados me dirán “pues no hay mejor manera, es así, en caliente, espontáneo, con alguien a quien ni siquiera conoces y probablemente nunca conocerás en persona”.
Y eso es bueno, está bien, y se vale. Yo lo hice, nuestras tías lo hicieron, nuestras abuelas antes de ellas lo hicieron, bueno tal vez no, pero la verdad es que desde 1998 estamos conociendo extraños en internet y la práctica a nivel sociocultural se ha pulido y hasta se ha normado. Para quienes vivimos la adolescencia en esta época, podemos decir que ya vamos a entrar a la 3er década del sexteo. Wow, suena fortísimo. Desde los primeros erotismos con los fanfics, de calenturas de pubertos, pasando por las salas de chat, los intercambios tipo carta pero con email, el MSN messenger, el hi5, el facebook y la explosión de las redes sociales, hasta las apps específicas de ligue: ligue “como la traigas”, ligue aspiracional, ligue selecto, ligue internacional, ligue lgbt, ligue geográfico. La lista es infinita.
Por eso hoy no es raro que cualquier persona a la que le des entre en algún mensaje privado te avance hasta la cocina, si es que así lo desean ambxs. Consentimiento constante y dinámico.
Segunda supuesta “red flag”: “un güey así de guapo y popular ha de tener chingomil ligues, si es inteligente, guapo, culto y caliente, alguna mala intención ha de tener”.
Nuevamente, esta red flag es 100% mía, y apunta directo hacia mi autoestima y a mi síndrome de la impostora. Pensar que una persona que yo considero atractiva y con alto capital sexual (aaahhvedá) pueda esconder algún tipo de trampa no habla tanto de las “intenciones ulteriores” de la otra persona (revelables únicamente con el paso del tiempo), sino de mis propias inseguridades. Nada nuevo aquí, cabe destacar.
Cuando me di cuenta de que la cosa no iba a ir para otro lado, al menos no en este momento, decidí hacerle saber, buscando no ser cortante pero sí muy clara, que yo no me sentía “in the mood” propiamente para el sexteo, y que lo que prefiero es irnos más lento. Digamos que en el equivalente de la intimidad física, esto es como decirle al vato, mientras están fajando y aún no se quitan la ropa: “oye, no tan rápido, me gusta ir más despacio, no hay prisa”. A veces funciona, a veces no tanto. Pero así es esto de poner límites, hay que ir aprendiendo. Mi yo de hace 5 años jamás lo hubiera hecho, por simple y llano miedo al rechazo. Esta puesta de límites viene de un lugar nuevo para mí, un lugar de mi conciencia en donde vive mi paz. La parte del cerebro que se encarga de ese lugar me hizo saber que necesita tomarse un tiempo para saber qué quiere, cómo, y a qué ritmo. Y si de hecho quiere algo con esta persona o sólo se siente halagada por la atención.
Tercer “supuesta” red flag: “el sexteo sólo es eso, calentura que se desahoga con palabras, a veces fotos, a veces videos. No hay un objetivo de conocerse en persona, ni de conocer a la persona en sí como ser humano multidimensional. No importa tanto el con quién, sino el cuándo, es decir, en qué situación de calentura se encuentren ambas personas. Si hay sincronía, se da el sexteo. Punto.” Y, como vengo mencionando, esta situación no es ni buena ni mala, simplemente, es.
¿Y por qué esto es una red flag para mí en este momento? porque no necesito pensarlo mucho para saber que AHORA no quiero eso. Viví de fantasías buena parte de mi adolescencia y hasta los 20, inclusive. Es más, incluso después de separaciones que me dejaron helada, ya en los 30, el sexting llegaba a mí como una mano amiga (ajjajaja) que me acompañaba a atravesar sentimientos raros y encontrados sobre el sexo y el amor.
Le digo a una amiga que (para la situación en la que estoy ahora) involucrarme en un sexting así, onda “en caliente, ni se siente”, es el equivalente para mí de cerrar los ojitos. Porque yo en el fondo estaría esperando algo más. Porque no me bastaría con la fantasía. Porque en este momento, hasta sextear implica para mí cierto grado de intimidad emocional. Porque sé que lo que necesito es contacto humano, es hacer las paces con los cuerpos, es la atención, los apapachos, la piel de otro ser humano que busque, no sé si lo mismo, pero algo similar. Ni siquiera la fantasía que prometí de “cogerme a un colágeno pensando en él (SO BOSSY OMG) y contarle”, porque, por ridículo que suene, si me cojo al colágeno prefiero estar en ese momento PENSANDO EN EL COLÁGENO y no en alguien más. Cogidas mindfulness, que le dicen.
Suena bastante cursi dicho así, pero esa es mi verdad, señoras y señores del jurado. Que la historia me absuelva. O no.